LAS MINAS.
MINA EL POLACO
“En ese hueco que ves ahí, mi´jo, fue donde Barrabas encontró su diamante”, me dice, casi en un susurro, con tono reverencial, la voz bronca del hombre. La suavidad con que lo dice contrasta con su porte: el de aquel que está de vuelta hasta del infierno. Digo que al andar por las minas diamantíferas de El Polaco, al borde sur del estado Bolívar, en la orilla inferior de La Gran Sabana, puedes sentir que la vida es maniquea. Cielo e infierno aquí van de la mano.
Me he ganado, en justa y merecida faena, el aura de ser políticamente incorrecto. Confieso que me siento honrado de ello. Estoy convencido que los políticamente correctos han contribuido entusiasta y fervorosamente a convertir en un estercolero esta Tierra de Gracia. Prosigo el desvarío recordando un día al querido Chucho García que una tarde de encuentro veloz, a la vera del Metro de mi amada Caracas de mil tormentos, me dijo: “¡Tú lo que eres es un cimarrón!” Si ello es llamar cada cosa por su nombre, o el que yo creo que es, no me queda otro camino.
Escribo con relativo cuido, porque más de un cofrade conservacionista podrá saltar a exigir me cuelguen por las partes pudendas en la primera plaza Bolívar que se consiga a mano. Estoy que no duermo de la preocupación…
Escribí tres párrafos atrás que El Polaco es maniqueísmo vivo porque siempre se oye, lee y ve del daño ambiental que sus ocupantes prodigan en este espacio. Nada de lo que aportan. Estos yacimientos están ubicados a unos 40 kilómetros en línea recta al oeste de Santa Elena de Uairén. Esto se traduce en dos horas largas de rodar por trochas que amenazan la integridad de cualesquieras nalgas, por más voluminosa sea su conformación, que lleven a cabo ese recorrido. Pero, ojo, llegar allá es una fiesta a la vista que hace olvidar cualquier incomodidad. Hasta de la ladilla de los soldados y guardias que te quieren averiguar incluso la talla de la ropa interior.
Aunado al esplendor del paisaje, roto cuando se comienza a bajar al ver la ranchería donde se guarecen los mineros artesanales, la silueta del Paray tepuy se columbra como mudo centinela y testigo de las fortunas y miserias que aquí se han vivido, se viven, se vivirán.
Al entrar en el campamento un manto de solidaridad brota de las covachas cuando uno de ellos avisa que vienen bajando unos soldados hacia el campamento. “Seguro que quieren atajar al amigo, llévenlo por atrás”, ordena uno cualquiera. Aquí las decisiones se toman al ritmo de las necesidades. Lo obedecen de inmediato. Un laberinto de callejones se abre cómplice y atravesamos todo en un santiamén, caemos en medio de la selva. “¡Qué le echen bolas y nos encuentren ahora!”, dice el muchacho que me guía mientras suelta una carcajada silente.
Las caras de estos hombres de gestos y mirada sin miedo hacen pensar en niños que juegan, pero con la certeza de que cualquier error se paga caro, hasta con la vida. En un riachuelo dos criaturas juegan sin pararle la más minima bola a lo que ocurre a su alrededor. Llegamos a una cortina de árboles que apenas cruzarla muestra un suelo cuajado de hoyos de distintos diámetros y profundidades. En todos hay hombres que semejan topos con barras, picos y palas en mano. Están sacando arena que luego van a “lavar” con la suruca –especie de gran colador–, y con el agua hasta las pantorrillas, rogando que aparezca algún diamante que compense las jornadas.
“Aquí es domingo cuando nos aparece una piedrita; que ya la debemos, porque hay que pagar la comida en la bodega, las cervecitas que nos hemos tomado, y si uno se ha dado una vuelta con alguna de las “muchachas” –eufemismo con que denominan a las prostitutas– pues hay que pagarles; y siempre hay que tratar de guardar algo, pá cuando no sale nada. Que es casi siempre...”
Una mujer oye y sigue lavando la arena que su marido sacó de un hueco de 20 metros. No supe cuando soltó la suruca, se acerca y dice: “¿Daño? ¿Hago daño por ganarme la vida? ¡Qué sabroso se habla cuando no hay que joderse para ganarse el pan; a mi que no me escarben la lengua que la tengo quieta, pero que vengan a darnos de comer y beber y vestir, después discuto eso del ambiente”. Su esposo la abraza y con gesto desenfadado lleno de ternura y orgullo se le plantan a la cámara.
Llega un niño a avisar que los guardias se fueron y volvemos al “pueblo”, es cuando me enseñan el sitio donde Barrabás, nombre con que pasó a la posteridad Jaime Teófilo Hudson, encontró en octubre de 1942 el célebre diamante Libertador que midió 2,43 centímetros de ancho, 3 de largo y 154 quilates brutos. 63.000 dólares le dieron, y luego se los echó al goce junto a sus socios Tambara y el indio Solano. De todo aquello sólo quedó como santuario minero un socavón lleno de agua estancada y centro de abastecimiento permanente de zancudos con su cargamento de paludismo para el área…
“Sólo se quejan de nosotros, pero nadie ve que estamos haciendo patria”. Suelta sin anestesia uno de estos hombres. “¿Qué quieren? ¿Nos vamos y le dejamos la puerta abierta a los garimpeiros para que acaben con lo que nos queda de frontera? ¿Ellos si se pueden llevar hasta la ultima grama de oro, hasta la última piedrita y nosotros no?”
Debo señalar que El Polaco está a menos de 20 kilómetros en línea recta de esa nación novelera –por aquello de su constante, y buena, producción de teledramáticos- y terrófago insaciable que se llama Brasil.
Cae la tarde y es hora de volver a Santa Elena, el Toyota ataca la cuesta que nos sacará a la carretera. En la orilla derecha del camino, a la sombra de unos árboles, una parihuela reposa entre los troncos. Me adivinan la mirada y acotan: “hasta aquí pudimos llegar con el tuerto Eduardo la semana pasada, no se fijó bien y por el lado del ojo malo lo jodió una cuaima concha e´ piña allá arriba de aquel otro lado del cerro y tardaron día y medio en llegar. Es que aquí no hay descuido que valga.”
© Alfredo Cedeño
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Alto a la explotación indiscriminada de la minería en la gran sabana
La explotación de la minería en el municipio Gran Sabana data desde hace 85 años; es más la fundación de Santa Elena de Uairen, su capital se dio en 1927 y nace bajo el calor de la explotación diamantífera en el cerro Surukua, que se encuentra a escasos 40 Km de la población. Desde esta fecha se ha escenificado a cielo abierto; seria cuantioso solo imaginarnos los destrozos que ha ocasionado en la capa vegetal, la flora, la fauna, los paisajes y el daño irreversible para la salud del minero y el desprevenido habitante de estas latitudes. El uso del mercurio que mata a los peces y una vez que se hacen resistentes ante tan peligroso químico dispara su carga letal al consumidor; o el uso del cianuro que no solo afecta la salud a quienes lo manipulan, sino que acaban con la capa de ozono.
Es también incuantificable la cantidad de oro y diamantes que se han fugado por los caminos verdes. Se estima que entre el 2009 al 2011 extrajeron 6 toneladas con 500 equipos de cilintrajes de 02, 03, 04, 06 y 08 que existía a lo largo del municipio. La pregunta necesaria, que habría que hacerse en todo esto sería: ¿Qué ha quedado de todo esto a los mineros?. Recordando a nuestro laureado cantor del pueblo Ali Primera en el estribillo de una de sus canciones...”Sangre y sudor de mineros”. Miremos de reojo la vida llena de privacidades del minero, el mismo que se parte el lomo; sumido en la pobreza; basta con pasar por la alcaldía y verlos solicitando una ayuda o una casa al gobierno. De ahí surge una interrogante.....será que la mina da para algo.
Tomando este preámbulo de está triste y dura realidad nos queda analizar bajo que parámetros pudiéramos nosotros contribuir a darle solución a esta manera de explotación del hombre por el hombre. Está en manos del gobierno revolucionario darles las herramientas a esos trabajadores que en cierta forma han sido conducidos a ser esclavos bajo la modalidad del obrerismo (trabajar para otro). Con la Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal estamos seguros que nuestros trabajadores se van empoderar de los medios de producción y van a salir del marasmo y la lógica del capitalismo, que es la rentabilidad a costa de lo que sea, sin importarle un bledo el ambiente, el habita y hasta la vida del hombre.
Ahora bien, haciendo referencia a la actividad minera en el municipio Gran Sabana, es cierto, muchas personas dependen de ella, también es cierto que están acabando con este frágil ecosistema donde nacen las aguas que alimenta a la represa que produce gran parte de la energía eléctrica que alumbra cantidades de familias, hospitales, vías, estadios, entre otros, sin embargo unos pocos quieren alegar que están reclamando el derecho a trabajar, olvidándose que están vulnerando el derecho de las mayorías de los venezolanos, de tener un ambiente sano para futuras generaciones.
La semana pasada un grupo de mineros (indígenas y criollos) decidieron cerrar la troncal 10, cerca de Santa Elena, alegando que le estaban cercenando el derecho a trabajar; que algunos militares supuestamente les habían destrozado las maquinas entre otras cosas, argumento que lo ponemos en duda; puesto que quienes llevaban a cabo estas acciones eran algunos indígenas manipulados por estos expoliadores y explotadores; otros por ignorancia, falta de conocimiento o capacidad para interpretar la realidad. De esto estamos conscientes. Otros, los sempiternos señores de la oposición que están como caimán en boca de caño, prestos a dar cualquier declaración con tal de calentar la calle y también aprovechan la coyuntura para salir a defender a los comerciantes, compradores de oro y diamantes, los vendedores de gasolina y gasoil; que compran un tambor de gasolina en 25,00 Bs. F y lo venden en Guasina y Parkupy hasta en 4.000, 00 Bs. F.
Sin embargo desde hace tiempo hemos estado proponiendo acciones dirigidas a rescatar a esos mineros explotados y convertirlos en verdaderos dueños de las minas o de otra actividad que se pudiera explotar en el municipio bajo la modalidad de la no explotación del hombre por el hombre, estamos seguros que agrupando a los mineros resolvemos esta situación, entendiendo que el minero es el que se revienta el lomo, no los que viven de las minas explotando, estafando, especulando, prostituyendo, vendiendo alcohol o sustancias sicotrópicas que a veces también lo definen como mineros.
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Cinco comunidades mineras de la Gran Sabana entregaron sus propuestas de trabajo
Santa Elena de Uairén.- Cinco de las comunidades mineras del municipio Gran Sabana, específicamente las ubicadas en el sector siete del pueblo pemón, entregaron ayer sus propuestas para continuar ejerciendo la actividad, incluso en combinación con otros rubros como la agricultura y el turismo.
Como estaba previsto, este lunes se instalaron en el aeropuerto de la capital de la Gran Sabana, las mesas en las que participaron los voceros de los trabajadores de la minería y representantes de la Gobernación de Bolívar, de la Alcaldía, de la Asamblea Nacional, de los ministerios de Ambiente y Energía y Petróleo y de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG).
De entrada, Milly Hernández, directora del Ministerio del Ambiente en el estado Bolívar, dejó claro que se trata de una actividad que está prohibida en la región hidrográfica correspondiente al río Caroní, especialmente por su importancia hidroenergética. “En la cuenca del Caroní es nula la minería”, dijo, a pesar de que dejó ver que podría haber algunas áreas en las que se pueda laborar.
Segunda cita el día 29
Yumelis Viloria, diputada a la Asamblea Nacional por Bolívar, se comprometió a coordinar con las instituciones la continuación del diálogo en torno a los proyectos de las colectividades organizadas en función de la legalización de esta actividad.
“Ya con esto somos las instituciones las que vamos a continuar con las mesas de trabajo”, dijo, teniendo entre sus manos los documentos elaborados y consignados por las comunidades indígenas y no indígenas que vienen laborando en las minas de la zona de Ikabarú, la segunda parroquia del municipio Gran Sabana.
El siguiente encuentro con los mineros quedó fijado para el próximo día 29 de junio del año en curso.
Propuestas de los colectivos
Juan González, capitán general de una región en donde se encuentran alrededor de 14 comunidades y 3000 habitantes, entregó el Plan de Vida del Pueblo Indígena Pemón del Sector Siete que tiene como núcleos el desarrollo del agroturismo y de la actividad minera controlada.
Dijo que “la minería ilegal ha destrozado muchas cosas (…) A mí no me gusta la ilegalidad que destroza nuestro ambiente. De una vez por todas, demos la legalidad”.
Alfredo Pérez, capitán de Buena Vista de Wamé Wakén, presentó el pre proyecto de la Asociación Cooperativa Kamará-pa, identificado como Métodos Alternativos para una Minería Ecológica Sustentable en el Tiempo.
Argumentó que la minería trae con ella vicios como la drogadicción y especialmente el alcoholismo. “Apoyo a la minería, pero de manera organizada y controlada”, dijo.
La Cooperativa Mixta Minera de Ikabarú sometió a la consideración de las autoridades el informe surgido a propósito de la visita de los técnicos del Instituto Nacional de Minería y Geología de Venezuela (Ingeomín) a las áreas de intervención de este colectivo.
Eulises Ramos, del Consejo Comunal de Ikabarú, dijo que en ese documento se manifiesta que es posible y sustentable la pequeña minería en las zonas en donde se viene desempeñando la cooperativa.
Se depositó también el ante proyecto Propuesta para la Creación de una Empresa Mixta Aurífera en el Sector Ikabarú del Municipio Gran Sabana.
Jorge Gómez, capitán general del sector seis, consignó el Acta de la Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas de las Comunidades Indígenas de Apoipó y
Betania, en la cual proponen algunas alternativas para continuar generando su sustento por medio de la minería.
Finalmente, el Sector La Faiska, presentó un proyecto de Cultivo Ecológico.
El origen del problema
A comienzos del mes de mayo pasado, un grupo de mineros indígenas y no indígenas de la zona de Ikabarú protestó ante las autoridades locales, regionales y nacionales los supuestos abusos cometidos por los efectivos militares adscritos al Plan Agata Centinela IV y simultáneamente reclamó la legalización de la pequeña y mediana minería en el Municipio Gran Sabana.
El día 18, al no obtener respuesta por parte del Alto Gobierno, los mineros procedieron a cerrar el acceso a Santa Elena de Uairén y la vía hacia Brasil, al obstaculizar el paso sobre puente del río Wará.
Cinco días más tarde, Franciso Rangel, gobernador de Bolívar, coordinó la celebración de una reunión con los despachos involucrados en el cese minero, logrando la culminación de la protesta.
En ese encuentro se decidió la instalación de unas mesas de trabajo entre las partes. La primera reunión del grupo tuvo lugar ayer.
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Tour - Minas de Diamantes y Oro Santa Elena de Uairén
The Gold Mines, Santa Elena, Bolivar, 8011, Venezuela
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